A finales de año en Alicante se despidió la mítica sala Marearock y lo hizo con el paso de La Desbandada por la ciudad junto a Debaho Band. Una noche que nuestro redactor Juan Fernández no quiso perderse y hoy nos relata.

¡No os perdáis su crónica!

 

 

Era un día agridulce. La Desbandada volvía a pisar la Sala Marearock tres años después de que lo hiciese con aquella presentación de “Esta Noche Nos Haremos Viejos” junto a The Rebels, esta vez con un sombrío sentimiento de despedida. El puerto de Alicante pierde el sello rockero que ha ayudado a levantar una escena embarrada. La Marea no resiste al paso del tiempo y cierra sus puertas en un año convulso en cuanto a gentes. Por eso mismo, el ambiente de fiesta se tornó grisáceo.

Personalmente, ese local me transmite un montón de recuerdos: mi primer concierto en sala, post-conciertos que se hacían desayuno y buenos momentos vividos con artistas de la talla de Los De Marras, Gritando en Silencio o Mafalda. Era mi última vez en ese suelo, en esas cuatro paredes adornadas con estrellas rojas sobre un manto negro umbrío. Porque era el fin de una época en la ciudad.

Por su parte, La Desbandada venía muy bien acompañada por un grupo carismático y halagado por partes iguales. Debaho Band llegaba desde la localidad murciana de Lorca con un séquito que les apoyaba durante todo el concierto. Entre bromas internas que solo entendían los lorquinos, se notaba pasión y lazos bien forjados con el rock. Entre besos, risas y virtuosismo, dejaron ver resquicios de un potencial innato. Son, según ellos, “hijos del rock & roll” en crecientes volúmenes, y la escala continúa.

Los murcianos, capitaneados por un frontman galán de tacón fuerte, dieron un recital de buena música en la que no faltaron temas de sus tres discos ni versiones como la celebrada “Maneras de Vivir”. Con un show de alto calibre y con un Alfredo Veas a la guitarra enchufadísimo, dejaron marcado su nombre con la final “En Tu Escote”, mostrando al público que ellos son los Debaho Band.

Y faltaba el plato fuerte de la noche. Venían desde una pequeña localidad de Tarragona para despedir el año en Alicante. Recién sacado del horno su disco “Acabamos de Empezar”, La Desbandada afrontaba un concierto agridulce sin su bajista Jose Luis Ávila, que decidió apartarse de la banda días antes. Lo cierto es que la incorporación momentánea de David Ibarz dejó el costado izquierdo del escenario (perspectiva desde el público) con falta de gancho y escenificación.

A pesar de este percance, era el concierto que más tiempo tendrían para tocar, por lo que no lo desaprovecharon y recrearon un viaje musical por todas sus obras, empezando por la más lejana “Esta Noche Nos Haremos Viejos”. Y aunque el gentío se había reducido considerablemente debido a los lorquinos desplazados para ver al grupo anterior, eso no influyó en ellos. Se disfrutó. Se sudó. Se sintió el auténtico rock.

Pero no todo podía ser un camino asfaltado de rosas inofensivas, pues algunas tienen espinas y pinchan. Los problemas técnicos fueron El Grinch de la noche. Primero la voz de Balta Hurtado se tornaba desatendida sobre unos instrumentos demasiado altos. Luego se les olvidó desplegar el telón con su logo, despiste de manual que fue más anecdótico que errático. Y por último una guitarra tuvo que ser cambiada por una de los Debaho Band. Los escenarios crearon esa amistad sin problemas y, hasta que todo se puso en orden, batería y bajo improvisaron un ritmo al más puro estilo jazz.

Los grandes artistas se nutren de estos fallos y La Desbandada supo solventarlos a la perfección. Por su parte, el setlist contuvo una mezcla de referencias que comenzó con “Mañanas de Defunción”, “Buscando Mi Destino” y “La Hoguera”; y finiquitaron con “Retratos”, “Hace Tiempo” y “No Podrás Huir”. El rock está más que vivo gracias a propuestas como la suya. Hicieron una actuación que, siendo conscientes de sus déficits sonoros, alegró la noche de fans y recién conocidos. Porque en las primeras filas había personas que se sabían todas y cada una de las letras mientras que, en el segundo sector, con sonrisa en boca, se posicionaban los que acababan de descubrir a una de las sensaciones del momento.

La guinda al pastel, con los teloneros subidos al escenario cantando “Hay Poco Rock and Roll”, fue el final perfecto a una metáfora de hermandad grupal clara. Porque así se salva una escena, con compañerismo y no con rivalidades. Porque el rock no muera, al menos durante unos años más, que hay gente como La Desbandada que acaba de empezar.

Crónica y fotos: Juan Fernández