El pasado 12 de julio se celebró en Barcelona la primera edición del festival Be Prog! My Friend, un evento que reunió a nombres como Anathema, Tesseract, Opeth, Alcest o Pain of Salvation. Nosotros allí enviamos a Xell y Fernando Acero, quienes hoy nos presentan su crónica y fotos de la cita.

¡Entra ya y disfruta!

 

 

Puedo empezar hablando de lo que vivimos el pasado día 12 de julio de 2014 con una palabra lapidaria sin despeinarme demasiado: histórico. La primera edición del festival Be Prog! My Friend es prácticamente la perfección. No existen muchos aspectos reprochables a la organización ni a las bandas. Todo funcionó como un perfecto trabajo de relojería suiza.

Un buen principio sería citar toda la parafernalia técnica y logística que ejemplifica lo que debe ser un evento bien organizado: colas ágiles – bien cabe decir que tal cosa se explica porque la asistencia no fue masiva –, precios competitivos en consumiciones y merchandising, un emplazamiento tan adecuado como el del propio Poble Espanyol, la británica puntualidad de los horarios – hasta que unos avispados Anathema rompieron la racha con un bis imprevisto (aunque no pareció importar a nadie que esta intervención supusiese un sensible retraso) – el encantador clima veraniego del Mediterráneo, el adecuado funcionamiento de las instalaciones y un seguido de ítems que se fueron cumpliendo con una corrección absoluta. Tal vez sí que es cierto que pudo darse algún pequeño contratiempo en este aspecto, pero nada que pudiese deslucir a la verdadera protagonista de la velada: la música progresiva.

Muchos podrían inferir que tal vez el hecho de incorporar el calificativo “prog” en el nombre del festival no sea lo más adecuado dada su idiosincrasia. Está claro que puesto a valorar esta primera edición, se podría cuestionar la progresividad de bandas como Alcest o Tesseract, las dos bandas más jóvenes del festival. Precisamente de este hecho podríamos apuntar algo tan evidente como que la esencia de este género musical radica en la experimentación y la transformación constante, aunque ahora se prefieran utilizar otras etiquetas para designarlos – llámese post-rock, llámese math metal o avant-garde, como se prefiera. Lo cierto es que el espíritu de los nuevos tiempos se encuentra abanderado por las bandas que conforman este impresionante cartel.

Tal vez sí que me atrevería a plantear, hablando del line-up, la coherencia de Fish en este festival. Es tal vez muy pronto para poner sobre la mesa la cuestión, dado que estamos hablando de un neonato. Lo cierto es que, si bien me parece fantástico el guiño a los pilares fundamentales del progresivo clásico, la mezcla con el resto de bandas es heterogénea por definición. La oscuridad y contundencia sonora de Opeth, Anathema, Pain Of Salvation, Alcest, Tesseract y Antimatter es prácticamente antagónica a las composiciones de Derek William Dick. Sin embargo, creo que es bueno – a pesar de todo – que las nuevas generaciones recuerden de dónde venimos para que comprendan hacia dónde vamos; sería formidable que la inclusión de estos clásicos fuese una constante en futuras ediciones. De esta forma, podremos asegurar algo que en esta primera edición resulta evidente a ojos de cualquiera: el cartel es inmejorable en relación al precio de la entrada y más tratándose de una propuesta tan arriesgada en un país con tan pocos precedentes como España. Madness Live!, la promotora detrás de este festival, ha conseguido tallar con letras de oro su nombre en la historia del rock ibérico después del titánico esfuerzo que ha realizado por tal de acercar a nuestro país algunos de los nombres más  relevantes de la escena internacional. Y para más señas, no hay más que observar los nombres que han visitado la piel de toro durante estos últimos meses gracias a su labor: Scorpions, The Dillinger Escape Plan, Doro, Blue Pills, Anneke Van Giersbergen, Sepultura o Amenra dan buena cuenta de ello.

Esto evidencia, definitivamente, que de una vez por todas estamos despertando del largo letargo cultural en el que nos encontrábamos sumidos – si más no, desde lo referido a la música. La creciente calidad de los festivales patrios empieza a situarnos a la altura de países históricos en este terreno como Francia o el propio Benelux. Y este año 2014 está siendo vital para iniciar la transición hacia cotas mayores; poder sacudirnos el polvo de los ropajes y empezar a presumir de una identidad propia en cuanto a la música. El complejo norafricano desaparece sólo con echar un rápido vistazo a la diversidad de propuestas que encontramos muchísimo más allá del rock: desde un Leyendas del Rock, un Resurrection Fest o un Barcelona Rock Fest hasta un Viña Rock, un Bilbao BBK Live o el propio Be Prog! My Friend, pasando por terrenos que creemos tan lejanos como Primavera Sound, que este año ha incluido verdaderas figuras del rock internacional como Nine Inch Nails, Pixies o Queens Of The Stone Age. Después de todo, no hay queja posible a emitir.

Pero basta ya de cháchara. Supongo que al acceder a esta crónica buscabas algo más que divagaciones y reflexiones onanistas-triunfalistas sobre la música progresiva y el panorama internacional. A continuación, mi narración de esta primera edición del festival Be Prog! My Friend. Avant.

Antes he indicado que el clima acompañaba. Debo decir que es una verdad muy a medias si hablamos de los encargados de abrir la velada, Antimatter. El intempestivo fulgor que castigaba al Poble Espanyol hacia las cinco de la tarde hizo que se resintiese notablemente la eficacia de los chicos de Mick Moss sobre el escenario. Y que no se me malinterprete: su actuación fue verdaderamente brillante en muchos puntos. Temas como “Leaving Eden” o “Paranova” fueron gloriosos, de una emotividad sin parangón. Pero resulta muy evidente que en absoluto se sentían cómodos sobre el escenario por una cuestión lógica: el gélido temperamento inglés se deshace como un terrón de azúcar en el té del astro rey.

Sin embargo, la actitud del conjunto fue del todo positiva, bromeando por momentos con el público sobre el sol de justicia que recaía sobre todos los asistentes. Su brevísima aunque celebrada actuación concluyó con “Wide Awake In The Concrete Asylum” ante un público que sobrepasaba tímidamente el par de millares. Sobreentendemos que, por desgracia, no eran del interés general, que giraba alrededor de Fish, Anathema y Opeth. Tal vez, en aquellas actuaciones, la afluencia se situase aproximadamente en las 3500 personas. Como bien comentaba, la asistencia no fue un éxito rotundo; el Poble Espanyol no rebosaba, tal y como se recordase en conciertos como el de Def Leppard junto a Whitesnake y Europe el pasado 2013. No obstante, debemos comprender que hay diversos factores que lo explican: se trata de una primera edición de festival, y especialmente de un festival de rock progresivo, un género que jamás ha sido de masas – con el permiso de Pink Floyd, por supuesto. Hay que darle todavía unos años hasta que la experiencia barcelonesa se expanda y sea reconocida y alabada por todo el globo terráqueo.

Algo más tarde de las seis arrancaba una de las actuaciones más esperadas de todo el festival: Tesseract aparecía en escena. La polémica estaba servida desde que el pasado 27 de junio se anunció el regreso del vocalista Daniel Tompkins a la formación británica. Y lo cierto es que dicho regreso fue acogido de muy buena gana: su explosiva puesta en escena hizo las delicias de un público que ahora sí, pudo sumergirse de lleno en la potencia musical propuesta por el grupo de math metal.

La interpretación prácticamente íntegra de Concealing Fate rozó el éxtasis en diversos momentos, en muy buena parte gracias al despliegue de virtuosismo de Amos Williams, bajista de Tesseract que logró captar la atención de una masa anonadada por su dominio de la complejidad rítmica con la que suele trabajar. Su inclusión de “April” y “Of Mind – Nocturne” – la cual no se esperaba entre los fans dado el poco tiempo que habrá tenido Tompkins para trabajar el repertorio de Altered State – impactó notablemente a un público absolutamente entregado. Sin duda, uno de los grandes vencedores de la velada, logrando ganarse el respeto de los propios y los ajenos a su particular visión musical.

Algo más tarde de las siete de la tarde, con una temperatura mucho más suave, llegaba una sincrónica propuesta musical: Alcest. ¿Post-black? ¿Post-rock? ¿Shoegaze? Llámese como se quiera llamar. Lo cierto es que el eclecticismo de los temas de Neige era una de las grandes golosinas de esta primera edición. Y decir “era” creo que es lo más adecuado dadas las circunstancias de su show.

Hay cosas que resultan de cajón, y en cualquier caso, se debe afirmar con una rotundidad absoluta que Alcest es un conjunto fantástico. Su puesta en escena es verdaderamente buena y emotiva – hasta alcanzar prácticamente la asfixia cardíaca –, pero su interpretación se vio nublada por unos problemas de sonido bastante acusados, especialmente en un apartado vocal muy resentido. La potencia del frontman no pareció asomar en ningún momento de su actuación; tanto es así que los técnicos de sonido – externos a todas las bandas, cabe decir –, en un intento de elevar el volumen de la susurrante de voz de Neige, hicieron que los micrófonos del conjunto se acoplasen. Probablemente, este fue el error más notable de todo el festival, si bien tampoco fue absolutamente catastrófico.

La sucesión de temas como “Autre Temps”, el fastuoso “Percées De Lumière” o un hermoso “Délivrance”, el cual clausuró de forma intimista su actuación, dejaron claro que a pesar de las numerosas adversidades con las que se encontraron son unos verdaderos profetas de su minoritario género musical. Creo, no obstante, que se trata de la clase de grupo que mejora con técnicos propios y unas condiciones acústicas más favorables; se me hace prácticamente obligatoria una segunda visita a alguno de sus shows para corroborar esta reflexión personal.

Ocho y media. La oscuridad, con cierta timidez, empezaba a descender. Y con ella, el notable contraste de Fish. Sin intención de alargarme más sobre la corrección o no de la inclusión del vocalista de Marillion en este festival, hay que reconocer ciertas cosas. Y es que su show fue impecable después de todo. Su apertura con el fragante tema “Perfume River”, de corte plenamente progresivo, aglomeraba a una buena cantidad de fieles seguidores de Derek William Dick totalmente entregados a los llamativos bailes de este frontman bien entrado en edad.

Tampoco pondré en duda obviedades. Resulta más que evidente que una mayoría del público no estaba precisamente entusiasmado ante los pareceres musicales del entrañable vocalista; era la hora de cenar y, casualidad o no, esta actuación fue la excusa perfecta para la evasión de un público que necesitaba un breve descanso antes de la traca final conformada por Anathema, Opeth y Pain Of Salvation, lo que no obsta de que aún pudiésemos observar verdaderas joyas como el clásico “Script For A Jester’s Tear” de Marillion.

El golpe de efecto final se conformó por un intenso medley de casi media hora de duración – lo cual demuestra la apabullante energía y resistencia de los miembros de Fish – conformado por temas tan diversos como “Assassing”, “Credo”, “A View From The Hill”, “Fugazi” o “White Feather”. Una auténtica demostración de maestría que, siendo desgraciadamente ignorada por muchos, fue uno de los momentos más intensos y vívidos de esta edición.

Las tinieblas se cernieron sobre la plaza toledana cerca de las diez de la noche. Los nervios afloraron ante la inminente aparición de Anathema sobre el escenario. Entre cantos celestiales – si es que tal epíteto tiene alguna coherencia –, los hermanos Cavanagh y compañía aparecieron sobre el escenario con un dinamismo absoluto desde el primer segundo. La concatenación de las dos partes de “Untouchable”, que ya viene siendo un clásico tema de apertura, encendió la mecha de lo que sólo podría catalogarse como la actuación perfecta. No me viene a la mente algún aspecto que se pueda echar en cara a los chicos de Liverpool. La sensibilidad con la que presentaron temas tan profundos y sobrecogedores como “Thin Air” o “A Natural Disaster” provocaron la aceleración de los latidos del público.

Generalmente, la cuestión del setlist fue satisfactoria, aunque está claro que hay composiciones que jamás volverán. Pensar en trabajos como The Silent Enigma, Serenades, Eternity o incluso A Fine Day To Exit es sinónimo de utopía y hay que empezar a asumir que rara vez regresarán a alguno de sus repertorios en vivo. De todos modos, el equilibrio de temas, muy centrado en sus últimos cuatro trabajos, es más que acertado. Poder evocar experiencias tan intensas en vivo como la del siniestro “Closer” o tan ensoñadoras como la de su último single, “Distant Satellites”, nos dan buena cuenta de la genialidad de Anathema como conjunto, capaz de conjugar ambientes radicalmente distintos en sus espectáculos sin levantar expresiones de disconformidad entre sus seguidores.

El final de esta fugaz actuación se dibujaba con “A Simple Mistake”, un tema que en mi opinión no acababa de hacer el peso como cierre. Por suerte para los más fanáticos, el grupo sorprendió con un bis que parecía no estar planificado conformado por la coreada “Fragile Dreams” en una versión sensiblemente más larga. Llegados a este punto del festival, el listón estaba extremadamente alto. ¿Iban a poder sobrepasarlo las últimas dos bandas?

Debo reconocer que tras la actuación de Anathema me mostraba tremendamente escéptico. Por lo que a mí respecta fue un gran acierto asumir tal escepticismo, dado que este modo mi sorpresa fue muchísimo mayor ante la gran bestia de esta edición: los suecos Opeth. Mucho había oído hablar sobre el poderío de Mikael Âkerfeldt y amigos sobre el escenario, pero jamás habría esperado semejante brutalidad en una actuación que en mi cabeza no iba a ser más que “correcta”.

Las arábigas sonoridades que introdujeron su tema de apertura, “The Devil’s Orchard”, dieron cuenta de que no iba a ser un show corriente. Al grito de “¡Miguelito!” tras esta primera canción, Âkerfeldt empezó a hacer gala de su particular humor negro charlando durante varios minutos con los seguidores, para introducir más tarde uno de los puntos más fuertes de su acongojante concierto: “Heir Apparent”, la cual precedió a un incluso más bestial “White Cluster”, de una desgarradora ejecución vocal. Dejando espacio para más bromas que iban desde una ácida sátira a la música de Manowar hasta una absurda versión de “You Suffer” de Napalm Death, la banda contó con momentos de apasionada sensibilidad con la recuperación de una melancólica “Hope Leaves” o la psicodélica “Atonement”. Entre tanto, también apuntaron su desconocimiento de la fecha de lanzamiento de su próximo trabajo Pale Communion – del que no tocaron un solo tema –, que como bien sabemos, ha sido retrasado por diversas cuestiones logísticas ajenas al propio grupo.

El final se resolvió con gran acierto rescatando la polvorienta “The Lines In My Hand” – que según el propio líder de Opeth, a pesar de no ser muy famosa, creía conveniente volver a tocar en directo, lo cual habla muy bien de la coherencia con la que estructuran sus sets en vivo – y “Blackwater Park”, salvaje y despiadada como ninguna otra en todo su repertorio. Si fuese posible decir que su actuación fue de once, lo firmaría con los ojos vendados. Personalmente, la mejor actuación que he visto este año y probablemente la que quede grabada en el firmamento de este 2014. Comprimir semejante calidad en hora y media sólo está al alcance de las mejores bandas, y sin duda alguna, el death metal progresivo de Opeth es digno de tal calificativo.

Llegados a este punto, mucho más tarde de la una y media de la madrugada, apareció Pain Of Salvation para poner el broche final al festival tras la introducción “Remedy Lane”. Hay que ser honestos, por mucho que me duela decirlo, y es que el público estaba absolutamente derrotado tras la actuación de Opeth. Y el Poble Espanyol empezaba a vaciarse lenta pero inexorablemente. Bien sabiendo que Daniel Gildenlöw es una de las personalidades más respetadas en el progresivo europeo y que su triunfal vuelta era anhelada por muchos, las fuerzas eran las que eran tras tantas horas de música.

“! (Foreword)” se encargó de dar paso a la dinámica actuación del conjunto, pero más pronto que tarde se evidenció la horrible acústica de la banda; hablando en plata, no sé quién carajos sería el genio encargado de la ecualización, pero su falta de profesionalidad le costó muy caro al grupo vanguardista: su densísima sonoridad deslució temas que deberían haber sonado muchísimo más nítidos. También hay que decir, por otro lado, que no era precisamente la noche de Gildenlöw, y que el repertorio giró excesivamente alrededor de The Perfect Element, Part I. Y no me parece mal que más de un tercio de su set se basase en este fantástico álbum; lo que realmente me resulta molesto es observar que fue en detrimento de otros grandes trabajos, como One Hour By The Concrete Lake o el hegemónico Remedy Lane, del que a duras penas se interpretó un “Chain Sling” cuyo acompañamiento con violín pasó del todo desapercibido – puedo jurar que me costó verdaderos horrores distinguir la intervención de este músico, porque no se oía absolutamente nada.

Dicho esto, pareciere que su actuación fue lo peor que uno pudiese imaginar. Y no seré injusto; Pain Of Salvation contó con momentos de plena lucidez que, sencillamente, maravillaron. Desde un acertadísimo “Ashes” hasta “Linoleum”, pasando por la intrépida “People Passing By”, pudimos asistir a un despliegue de virtuosismo – especialmente vocal – que paralizó a los que todavía mirábamos con una gran intriga al escenario. El acertado final se dibujó con un profético “The Perfect Element”, cuya sensible ejecución cerró algo más tarde de las tres de la madrugada esta primera edición del festival Be Prog! My Friend. En ese aspecto, hay otra lanza más que romper a favor de la organización, dado que a pesar de que el final llegó media hora más tarde de lo previsto, no hicieron ninguna intención de recortar el tiempo de actuación de Pain Of Salvation – acción que viene siendo excesivamente clásica desde algunos sectores que sólo se acuerdan de la puntualidad cuando se trata de volver temprano a sus hogares.

Y después de todo, ¿qué más puedo decir? En realidad nada. Porque está claro que esta experiencia, más allá de las palabras, sólo puede entenderse de una forma: viviéndola, sintiéndola, interiorizándola, y recordándola con una nostálgica sonrisa en el rostro.

Ihsahn, Riverside… Nos vemos el 11 de julio de 2015.

Crónica por Fernando Acero
Fotografías por Xell