Metalyayo

Después de algún tiempo sin artículos de opinión hoy nuestro redactor Rob se estrena con la reflexión hacia un termino que todos conocemos: "pureta".

¿Quieres saber que nos tiene que decir al respecto? Entonces entra ya y comprueba si vuestros puntos de vista coinciden.

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Entre los términos que me dan tericia está “pureta” (están ahí ahí “dinámico” y “paradigmático”); para el que no lo tenga claro, un “pureta” es básicamente una persona mayor de 40 que sigue vistiendo como si fuera 1985 y Dio aún estuviera joven y lozano.

No está bien convertir a una persona en estereotipo, ni mucho menos, pero sí creo que es perdonable convertirla en una representación física de lo que ocurre, al menos en cierta medida, en el panorama musical y especialmente en el panorama del rock y derivados.

Primero lanzo unas preguntas al aire: ¿Cuáles son vuestros grupos favoritos? ¿Cuáles son los grupos favoritos de vuestros allegados? Y para terminar: ¿en qué año tuvieron su mayor auge esos grupos? Es muy probable que el día de mañana nosotros seamos esos mismos “puretas”, la misma gente que sigue anclada en una música que ya no existe y sin embargo nunca deja de sonar.

Aquí viene mi quid. ¿Cuántos “nuevos fans” han comprado “Black Ice”? ¿Cuántos se han hecho con una copia de “Death Magnetic”? ¿Cuántos quieren escuchar esos temas nuevos, independientemente de su calidad? Pues… Pocos. Porque esos grupos quieren ser nuevas glorias, pero quieren un fan tan fiel como al que cultivaron antaño.

Grupos como Metallica, Judas Priest o Rolling Stones tienen a su disposición millares de fans. Eventualmente esos fans no podrán asistir a sus conciertos por causas familiares, laborales o hasta mortales; y ellos lo saben. Un grupo tiene que decidir a quién dirige su canto y a quién dirige su acto; grupos como Manowar dirigen ambas a los mismos “puretas” que conforman la mayor parte de su fanbase, mientras que los anteriormente citados Metallica dedican el canto a nuevas generaciones (que tengan éxito es otra cosa), mientras que el acto va dirigido a sus fans más leales y veteranos.

No hay algo “malo” exactamente en todo ello. Incluso los grandes saben que no estarán para siempre, pero sí sonarán hasta que el último de sus fans estire la pata. E igual que muchos grupos se niegan a avanzar y prefieren cementar su gloria pasada, algunos de sus fans más acérrimos deciden imitarlos. Unos pueden pensar que es patético, otros que es digno de admiración y otros nos vemos reflejados en esos señores de cincuenta años con cazadora que beben Guinness en un rincón de la barra.

De la misma forma que no podemos culpar a esos “puretas” por seguir escuchando la música que les hace felices no podemos culpar a un grupo por querer arañar más tiempo y mantener el círculo, al menos hasta asegurarse, como hicieron Vivaldi, Elvis o los Beatles, de que se han convertido en un clásico, pues esa es la única manera de ser inmortal.

No me gusta la palabra “pureta”, porque implica ser despectivo no ya otros o nosotros mismos, sino que implica no sentir respeto por la trayectoria vital del rock. El rock es la música de tres o cuatro generaciones, y es menester que se renueve y hable a la generación siguiente, pero a veces uno se encuentra desenganchado y aislado de la generación actual y descubre una voz amiga entre los decibelios.

Una voz que, gracias a nosotros, tal vez nunca deje de resonar.

Texto realizado por Rob